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lunes, 26 de abril de 2010

El esquizofrenico de las mil lenguas


-“Bastante bien para un tipo como yo, que ilumina su ardiente mástil en frágiles mares de olas tímidas, y que manosea frenéticamente blandos senos maternales en un aula infantilmente decorada de una escuela primaria; y que, siguiendo los consejos de mi abuela Margarita, remojo mis bolas en un caldo de ajíes y barro turco para mantenerlas al rojo vivo por más tiempo”…. Así trataba a sus últimas amantes, Osmar Barrera; conocido en el conurbano como el esquizofrénico de las mil lenguas. Así las trataba, con una ambigüedad y falta de sutileza que, misteriosamente, lo engrandecía hasta verdaderamente opacar a los grandes artistas de la galantería.

Las reacciones de los demás hombres hacia Barrera eran ambiguas y taxativas. Algunos, negaban su existencia, agregándole un valor mítico invaluable, otros, vaya a saber uno desde que punto de vista lo admiraban pontífica y beatamente; algunos otros, sencillamente aborrecían a este hombre acusándolo de irrespetuoso e inmoral. Sin embargo, pocos habían sido los que se habían atrevidos a hacerle frente a este moscardón que les había comenzado a quitar la sopa de sus narices.

Entre los primeros, se encontraban los infieles y los arrogantes, quienes, quizás sin saberlo lograban un trémulo culto a este humano desinteresado. Entre los segundos, llamémoslos sus admiradores, encontramos a los más jóvenes, que queriendo seguir el ejemplo de su iluminado maestro, corrían suerte muy diferente; para ser más explícitos, corrían fortuna contraria recibiendo frecuentemente fuertes bofetadas que se veían obligados a lucir como pesadas medallas. Peor suerte aún corrían sus enemigos, el grupo de los terceros. Su decencia descendía estrepitosamente, minuto a minuto, en frases enmarañadas y frecuentemente faltas de realidad, que los dejaba como absurdos monigotes de circo frente a sus compañeros.

Sin embargo, esta historia, cobra un vuelco inimaginable, con las fechorías de un manojo, el más radical, dentro de sus enemigos. Estos comenzaron, mediante sádicos movimientos coercitivos, a dejar mal parado a Barrera y hacer languidecer su imagen de inflexible macho cabrío que poseía. Los recursos fueron innumerables. Para citar algunos, los más viles, se inició una feria que promovería la ya olvidada actividad del buen galán: Confección de un ramo de flores primaverales, Improvisación de empalagosos poemas y muchas otras actividades románticas que comenzaron a formar parte nuevamente del conocimiento colectivo. Incluso se abrió una “Escuela del Amor Sano”, graduándose de “Enamorados Profesionales”, listos para cualquier relación amorosa en la cual se enredara el individuo.

Muchos afirman haber visto al esquizofrénico de las mil lenguas en bares y discos haciendo alarde de un lenguaje refinado y correcto, entremezclado con hábiles sonrisas y secretamente susurrando al oído de bellas muchachas:
-“Bastante bien para un tipo como yo, que ilumina su ardiente mástil….”-.

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