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lunes, 12 de julio de 2010

Claves Interpretativas



El escepticismo coloca en los rincones del pensamiento a quienes lo practican. Desde estos oscuros territorios, la voz de la visión es novedosa, y por lo tanto digna de ser oída, interesante.


Alguien que descree por completo de los órdenes establecidos, es capaz de observar fisuras, contradicciones y momentos de lobreguez en el accionar por los que éstos pasan. El escéptico cumple el papel de antagonista frente al protagonismo del pensamiento dogmático que se propone como discurso preelaborado del mundo crédulo y dócil. Desde este antagonismo uno no hace más que brindar las libertades necesarias para el acceso a las “Claves interpretativas” de la realidad, y su posterior adueñamiento.


Agazapado en la oscuridad, uno puede tomar por la clámide al plúmbico cielo opresor y abofetearlo cuantas veces sea necesario; mientras este, con paso furtivo, se dispone a atravesar pasiones y sentimientos que no son de su agrado. Si bien las primeras, como maquinarias de existencia, no me apasionan, sino que más bien me atemorizan, idealistas, utópicos e infrahéroes las eligen como motor de sus actos, y esto es por demás respetable.


Otro es mi trato con los sentimientos. Pocas veces el cielo es tormentoso para quienes oigan sus ciegas palabras. Y definitivamente será soleado para quienes también confíen en ellas. Además, al no tener espíritu suntuario ni sacro, los sentimientos adhieren y adquieren una voz de mando en almas sensibles y paganas, en las cuales encuentro el germen del nuevo amor. No obstante, navegando en el piélago de los sentimientos, es muy probable el desembarco en las tierras de las pasiones, degeneradoras del pensamiento racional. Este, es el arma sin gatillo de los escépticos; quizás por eso les tema a las pasiones y arriesgue una pesadilla en el inconsciente de los sentimientos inconscientes.




El Mercader de Surevic

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