Un niño eterno de las estrellas
muere en silencio pero no en el olvido.
Su cárcel ha sido su cuerpo,
pero templanza y filosofía
lo han acompañado hasta su última morada celeste.
Es entonces cuando la voz se hace audible
y el pueblo comienza a interpretar sus mensajes;
cuando ya es tarde.
Atravesando las atroces debilidades
para lograr superarse a uno mismo.
Solo acompañado por sueños proféticos
de hijo eterno de la providencia,
que no deben quedar arrinconados en un estante.
La coincidencia de los opuestos
lleva a pensar que si la serpiente se atraganta con su cola
ya no podrá seguir avanzando.
No basta con escuchar y comprender
lo que dictan las cartas astrales.
Nos importan los hombres
que luchan contra los designios de sus estrellas,
para ser algo más que humanos;
Seres del megacosmos
que han aprendido a reconocer
las dos caras de los Apocalipsis cotidianos;
castigo y revelación.
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