El infierno es pequeño, en el paraíso
no nos aceptan.
Hay, o debería haber un lugar
intermedio,
pero se nos tiene vedado.
Si supieras lo que es querer creer y no
poder,
sabrías que es la cultura del
tacho de basura la que los nutre,
y por eso le escribimos cartas al todopoderoso
rey
pidiéndole adornos florales para su próximo funeral.
Las calles se inundan de multitudes que
compran algodones filisteos.
La nube es laguna en una ciudad de
empresas operativas del caos.
Carcomido, el brazo del mono sangra
lepras de oscuridad trémula.
Es la cultura del tacho de basura la
que nos quita miseria,
nos brinda espinazos tiernos,
en fin, nos
permite un juego de apuestas.
Al borde, todo parece cercano, y de la
lejanía es preso el rey.
La ley no es arte,
no es imaginación,
es una logia de falsos oros samaritanos.
El pescado termina de hervirse en
nuestra saliva,
porque es la cultura del tacho de
basura la que nos alimenta.