Por haber dejado cambiar el
lugar de su corazón, se sentía aturdido. Algunos lo tienen en sus mentes
destruyendo los otros órganos, pues el corazón es algo grande para latir desde
allí.
Otros lo tienen en los huevos,
y se confunden, creyendo que son buenos en los mimos que no acarician.
La vista al cielo no es alentadora, la ceraunomancia divisa a lo lejos el acíbar.
Aceptaba, inseguro,
un juego servido.
A un corazón debilitado se le deberían
perdonar algunos desatinos.
Entre el
valor de aceptar y el riesgo de cerciorarse, no había diferencia alguna y lamía
el acíbar.
Siempre que haya queso habrá
ratas.
Ella te besó y te ato con su
mala lengua.
-“No todo lo que mata cura”-
decía, y vagaba por abismos con el corazón en otro lugar. Desde la altura
vertiginosa todo se ve lejos, menos la gris ceraunomancia.
Respiró profundo y sintió que
en su pecho algo faltaba.
Las palabras se hicieron lluvias para que las
pisemos.
Los recuerdos se volvieron
ridículos.
…¿Y si el acíbar de hoy es
dulce, que será de las nubes?
¿Que será de la lluvia?
¿Qué será de nosotros?...