Giro sobre mí mismo y observo el paisaje que me rodea.
No es desierto, la palabra que logre definirlo. Creo, la belleza se hace
presente en estos.
Es lo más cercano a la aridez y a la planicie que nos legan las
explosiones y radiaciones.
Todo lo que recubre el suelo que pisaré hasta dentro dos horizontes
Es una arenilla de tonalidad blanquecina, que, como si imitase
cenizas,
Se desintegra en contacto con lo macizo de mis pasos, que no sellan
huellas.
Infinito es el color que adquiere un tallo en la tundra cruel.
Parece que hasta las lágrimas del mismo diablo alimentan las
semillas que desvían raíces.
Tan llamativo es su verde, que si las espesas nubes que se ciernen
en el cielo
Fueran balcones selectos para los dioses que penan en tan
desangelado paisaje,
Encontrarían en su fortaleza, la tinta y las ideas para su próximo
libro sagrado.
Los ríos no corren. Visto desde aquí no hay lugar para esperanzas…
y se marchita…